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Cuatro horas en urgencias

31.08.2015 11:32

Cuatro horas en urgencias

Mientras el sol se esconde en las montañas, al interior de los servicios de urgencias del Hospital General de Medellín, ubicado en el centro de la ciudad, la actividad continúa con fuerza. La Twittercrónica hizo un recorrido nocturno para hablar con pacientes y médicos.

Después de pasar el primer filtro, que es el vigilante que está en la puerta, se entra a una sala con capacidad para 40 personas; algunas están sentadas en las sillas de espera, otras de pie, otras en el piso y unas pocas, en sillas de ruedas.

El calor por el hacinamiento de la sala y el desespero de los pacientes que esperan atención médica hacen que el ambiente se torne pesado. Nicolás Montoya, sentado en el piso, espera desde hace cinco horas que le revisen un dolor en la espalda. “Nada que me atiende el segundo médico y no he podido encontrar silla, pero vine porque no he podido trabajar”, dice el conductor de bus de 54 años.

Luego de pasar la puerta que lleva a la sala de urgencias, la situación es igual. Pacientes atendidos en camillas y sillas de ruedas ocupan ambos costados del congestionado pasillo. Mauricio Alzate, jefe de Urgencias, afirma: “en teoría en el corredor no debería haber pacientes, pero no nos caben. Una opción sería cerrar la puerta, pero somos un hospital público y no lo hacemos, todo lo que es urgente lo atendemos”.

Para el médico, la saturación que se vive en las salas de urgencias del país no se soluciona abriendo más centros asistenciales sino con acciones más de fondo. “Hay personas con cáncer, diabetes o hipertensión que dicen que vienen porque así les toque esperar doce horas acá, les hacen el examen que le están pidiendo a la EPS desde hace seis meses”, dice.

Salvando vidas

En los pasillos, Alicia Bohórquez busca a su padre que está en la Sala de Atención Inmediata. Ellos llegaron hace dos días desde la vereda Quebradona, a siete horas del casco urbano de Amalfi, en la ambulancia del municipio. “Él es diabético e hipertenso, ahora tiene una infección urinaria y un problema en el corazón. Los médicos me dicen que lo ven muy enfermo”, cuenta.

Después de dar varias vueltas sin saber en qué sección del hospital está, porque no sabe leer, Alicia finalmente encuentra a su padre de 69 años. Lamentablemente, la sala en la que está, “es para los pacientes semicríticos con patologías muy graves que pueden producir la muerte. Pero tienen todos los recursos para mejorar la situación de las personas” explica el urgenciólogo Jorge Granada.

Luego, está el sector de reanimación. “Las tres personas que están aquí se hubieran muerto si no los hubiéramos atendido de manera inmediata. Aquí tenemos los máximos recursos para salvar la vida de los pacientes. Paro cardíaco, infarto o heridas de balas son algunas de las patologías más comunes”, afirma el médico.

En las otras ocho salas de observación donde se ubican los pacientes, están las personas con enfermedades menos graves. Allí permanece, desde hace 20 días, la antioqueña residente en Quibdó Inés Colorado. Cuenta que llegó de Chocó luego de que se le complicara una operación de extracción de cálculos de la vesícula: Le perforaron el hígado.

“Después de que me operaron empezó a salirme un líquido amarillo de la herida, me volvieron a hospitalizar y me dio paludismo. De Quibdó me trajeron en helicóptero a este hospital. Acá la atención es muy buena. Estoy contando el cuento porque los médicos me salvaron la vida. No he querido que me lleven a una pieza porque soy muy nerviosa”, narra Inés, mientras sostiene en sus manos la bolsa a la que llega el liquido rojizo que sale de su estómago.

No todo es urgente

El médico Adolfo Zuluaga, encargado de clasificar a los pacientes a su llegada, cuenta que el flujo de pacientes disminuye notablemente cuando hay lluvia, los fines de semana con puente festivo, en quincena o en fechas especiales.

“Una urgencia es algo que pone en riesgo la vida en poco tiempo. Si la gente entendiera eso los servicios de salud no colapsarían” expresa Zuluaga.

Sin embargo, cuando suceden accidentes en lugares públicos, el personal de asistencia remite a los heridos graves o que generan dudas a centros de salud para comprobar su estado.

Ese fue el caso de Jorge Sanabria quien fue embestido por un camión al mediodía y salió del hospital después de que un profesional de la salud verificara que su vida no peligraba.

Permaneció nueve horas en una de las 84 camillas del servicio de urgencias, con una venda en su cabeza. “El señor de carro me ofreció 500 mil pesos para que no contara que me había atropellado, pero los de la ambulancia me dijeron que no recibiera nada”, cuenta el reciclador.

Por la puerta que Sanabria sale, ingresan aproximadamente 230 pacientes cada día, buscando atención médica.

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