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"Médicos, prestigio que se diluye"

20.03.2015 19:00
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Médicos, prestigio que se diluye

La medicina colombiana es considerada entre las mejores del continente. Sus avances y la capacidad de los médicos son mundialmente reconocidos. Lamentablemente, esta calificación ha dejado de ser la norma para convertirse en la excepción gracias al prestigio de algunos profesionales que mantienen un nivel elevado.

Algo grave pasa con la legitimidad de estos profesionales en el país para que sus opiniones, sus conceptos y hasta sus diagnósticos sean cuestionados y descalificados por propios y extraños sin fórmula de juicio. Por supuesto que sus decisiones se pueden debatir, pero por entendidos en la materia y en contextos específicos.

 

 

La semana pasada, sin ir más lejos, una madre promovía un titular de prensa en el que acusaba a los médicos de mentirosos frente al supuesto embarazo de su hija, sin que la información periodística fuera confrontada en el marco de la evidencia que brindan los exámenes médicos y de laboratorio. El desenlace fue el anuncio de acciones judiciales contra el personal y la institución que habían dicho una verdad irrefutable.

Pero esto no es nuevo. Para la muestra, se han acostumbrado a que lo actuado con sus pacientes tenga que ser revisado y autorizado por auditores, administradores y hasta contadores, en virtud de un orden impuesto por el sistema de salud para contener costos. También se volvió normal que en algunos estrados judiciales el criterio médico sea subalterno a la hora de los fallos, como ocurre en las farmacias y en muchos portales de la red, donde sin rigor se promocionan tratamientos.

Por estos y otros factores que erosionan su ejercicio, los médicos claman por recuperar su autonomía perdida. Esa que en la norma les devuelve la Ley Estatutaria de Salud, pero que en la práctica será muy difícil hacerla efectiva si no empiezan por reconocer que también son responsables –no solo la Ley 100– del deterioro profesional por el que atraviesan.

Deben entender, sin esguinces, que los principios éticos y de humanismo que rigen el acto médico son elementos supremos y que las condiciones de un modelo de salud, sea cual sea, no son disculpa para no preservarlos. También que son los garantes irremplazables de la calidad de su ejercicio y de la educación que ofrecen 56 facultades de medicina, la mayoría de ellas de garaje, que gradúan a granel cerca de 5.000 galenos al año.

Nadie más que ellos pueden recuperar las competencias y la capacidad resolutiva de 50.000 médicos generales que hoy ejercen funciones más de notaría que de hospital; definir cuáles y cuántas de las 150 especialidades y subespecialidades registradas en el país, que convirtieron el modelo de atención colombiano en una medicina especializada, costosa y poco efectiva, son en realidad necesarias (Europa reconoce solo 50 y Estados Unidos, 40) y autocensarse para saber, al fin, cuántos son por todos.

Es urgente que presenten sus códigos de transparencia frente a las dádivas de la industria y las bases de los procesos de autorregulación con los que se han comprometido. No son tareas fáciles, pero serán más difíciles si se aplazan o se diluyen en la victimización, las culpas hacia afuera y los enfrentamientos entre representantes gremiales ilegítimos o con intereses personales. Salvaguardar el merecido prestigio de los médicos empieza por los mismos médicos.

EDITORIAL

editorial@eltiempo.com.co

 

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